Carmen "Sanga" Marín, una bandeja de sentimientos

 

 

Carmen es la quinta de trece hermanos, y por la precariedad de la época, se vio en la necesidad de acompañar a su mama en la crianza de ellos.

 

Eran tiempos difíciles, así tuvo que aprender a coser, a cocinar, a recorrer a diario la playa de la bahía de Juan Griego en la búsqueda del sustento, cargaba agua en la cabeza cuando venía en gabarra,  otras veces ayudando a la gente que desembarcaba o se embarcaba en las Lanchas “Rosa Eugenia” y “Maria Rosario” que hacían la travesía desde la Isla de Margarita a tierra firme.

 

Y luego pasar por la casa de la señora Carmen Marín de Camejo, quien le brindó mucho amor y la quiso como una hija, y le enseñó el arte autóctono de la cocina insular, que había adquirido de sus antepasados, además conserva los secretos del fogón de su abuela Ana y de su mamá, y que con mucho recelo guarda y pone de manifiesto en la preparación de cada uno de sus comidas, además de su experiencia y creatividad, que le dan una forma particular de desenvolverse en la cocina, desde los tiempos del fogón a leña hasta la moderna cocina eléctrica o a gas.

 

Se puede inferir que la cocina de Sanga es una mezcla de esa cocina margariteña autentica, autóctona que se transmitía de generación  en generación, y que  la que asimiló y le colocó su toque personal, allí está la esencia, allí reside ese sentido que le ha dado esa sazón especial a sus comidas,  pero sigamos.

 

A los catorce años, Sanguita se va con su hermana Irma a Caracas, al tiempo que ayudaba a su hermana con los sobrinos, aprendió a coser, pero seguía cocinando, allí el amor tocó su corazón, porque también los hilos del amor se revisten de gastronomía y le cambió la vida, conoce a  Fulgencio Rafael Cabrera El Búho, natural de Aragua de Barcelona, que trabajaba en un Restaurant de Tazón, como mesonero, a los 24 años se casan, después de tener a sus hijos Sandra y Williams

 

Un día la nostalgia insular invade su pensamiento, y le dice Fulgencio: "Me voy para Margarita, si quieres me sigues y si no, agarro mis muchachos y me voy",  no le quedó más remedio que venirse con ella, vuelve a su tierra con un mundo de ilusiones.

 

Y comienza lo que sería una historia de gastronomía, eL amor, entre comidas, atardeceres y sentimientos, nacerían después Carmen Josefina, Taina y Elis Mariana,  luego a Jazmín y a María se las regaló la vida, más tarde vendrían los nietos.

 

Allí frente a la hermosa bahía de Juan Griego, se instala en una casa en ruinas, y comienza a poner en práctica esas enseñanzas en la preparación de comidas, allí se hizo popular su sancocho de pescado, sus pescados fritos, mientras tanto Fulgencio trabajaba como mesonero en Porlamar en los restaurantes “la Talanquera” y “El Caney el Caporal” y luego se encargaría en Juan Griego del restaurant “El Fortín”, hasta que deciden formalmente colocarle el nombre de “El Búho”  a su restaurant y por razones que no vienen al caso hoy “El Bonguero”.

 

Pero en el alma popular sigue siendo el Buho, porque muchas veces basta, quizás la mayor parte del tiempo, una palabra, una mirada, un gesto y hasta una sabrosa comida,  para llenar los corazones de quien se ama, así es Sanga, la que está pendiente de todos los detalles, desde la cocina hasta la mesa, ella es la artífice de: el Arroz a la marinera, Asopado de mariscos, Sancocho de pescado, Sancocho de pescado Frito, Crema de Guacucos, Juan Griego especial, entre otros.

 

El Búho, Fulgencio Rafael,  cerró los ojos en 22 de diciembre de 2014, y los ojos color café de Sanga no han dejado de aguarse, su recuerdo permanece en cada amanecer Juangrieguero, en cada uno de los atardeceres crepusculares de su bahía, en cada una de sus evocaciones, sigue presente, propugnando y apoyando esa bandeja de sentimientos que desde que era Sanguita, floreció en su corazón, es esa bandeja que sale de su cocina, pero también como si saliera de su alma, de su espiritualidad margariteña, preparada de la siguiente manera y que me atrevo a parafrasear:

 

AsI, con fraternidad,  a pesar de la diferencia de clases entre el Carite y el Tajlí, juntos los puso a orear,  ah, pero por solidaridad no los dejó mucho tiempo al sol. Mientras tanto con tolerancia le bajó los humos a la tripa de perla, que  pantallera como siempre, aun sin perlas, que la esperaba molesta porque quería ser la primera que guisaran.

 

Con mucha ternura colocó  en la otra olla al cazón para que se ablandara ya que formaría parte protagónica del cuajao y la tortilla, con simpatía tomó al erizo, que mudo, sin espinas con que defenderse, se escondía tras un cucharón, huyendo hecho pasta de ser convertido en la otra tortilla.

 

Con la sutileza de una madre, tomó entre sus manos  las inertes y apiladas huevas de atún y dorado, que con mucho calor  se recostaban unas de otras como de costumbre,  luego con cordialidad se acercó al pulpo, que haciéndose el importante, estiraba, sus tentáculos, lo convenció y con delicadeza lo convirtió en ensalada.

 

Y a escondidas se asomaba el botuto, a quien con mucha ternura mantenía alejado, preguntando cuando le tocaba a él, y le decía al oído con afecto: "tu eres especial, tu  ensalada sorpresa, solo para los clientes y amigos, bandeja de sentimientos", que con sus consentidas las arepitas de maíz raspado, por ella misma, dan en el punto vital, de esa mezcolanza de ingredientes y emociones que hace sublime su degustación.  

 

Gracias amiga Carmen Marín, es contigo Sanga, gracias en nombre de la margariteñidad, por mantener y poner en valor todos los días durante este montón de años, nuestra identidad a través de tu cocina, a través de tus manos, a través tu bandeja de sentimientos, a través de tu apego a nuestra idiosincrasia culinaria, única en el mundo y pancarta sempiterna que nos identifica, que la Virgencita del Valle te dé la fortaleza y la salud necesaria para mantenerte entre nosotros por mucho tiempo más.



Verni Salazar

Cronista Embajador de Margarita Gastronómica

 

Fuente: Margarita Gastronómica