
De
cómo nació el pastel de chucho

Hace treinta años, cuando
Rubén Santiago abrió su primer restaurante en Margarita, pensó que
era necesario darle vida a aquel local con al menos un plato
emblemático que se volviese, además, representativo de Margarita.
Hoy el pastel de chucho es la receta bandera de sus tres libros
publicados, y se sirve en toda la isla.
Rubén Santiago, trujillano de nacimiento y margariteño por estar
treinta y nueve años en la isla, ha pasado por muchas cocinas,
viajado por el mundo, publicado libros, leído vorazmente y escrito
algunas cosas. A sus sesenta y un años de edad bastante tiene que
contar y mucho que recorrer. Sin embargo, una de las cosas que más
le enorgullece es haberle dado a Margarita uno de sus platos más
importantes: el pastel de chucho. Sentado en una de las mesas de su
restaurante, cuenta con verbo sabroso su historia. Viéndolo todo,
una imagen de la Virgen del Valle, por la que el chef siente
especial devoción.
Todo comenzó cuando abrió su local. Quería tener un plato que fuese
emblemático de su menú y que, de paso se convirtiera en icono de la
cocina margariteña, la cual estaba huérfana de recetas propias. Sin
embargo, mientras surgía alguna idea, servía un plato típico del
oriente del país: el “cuajao” de chucho.
Se trata de una especie de pastel multisápido cuya base es el
chucho, un pescado negro muy parecido a la mantaraya, de enormes
proporciones y carne fibrosa, que puede llegar a pesar hasta 500
kilos. El chucho guisado suele ir acompañado de zanahorias,
alcaparras, aceitunas, huevos y todas aquellas cosas que sea capaz
de surtir la despensa del cocinero. Se puede hacer también de cazón,
de madre perla o de morrocoy.
El inconveniente con el “cuajao” es que no es un plato comercial.
Por llevar huevo, pasadas dos horas después de salir del horno,
tiende a adquirir un aspecto verdoso no muy agradable a la vista del
comensal.

Así que Rubén, acompañado
por Simón Moreno y “Chalo” Gonzalo reinterpretaron la receta, dando
origen al pastel de chucho. “En la actualidad no hay restaurante en
la isla que no lo tenga en el menú”, dice el veterano chef,
orgulloso.
“La diferencia con el ‘cuajao’ es inmensamente grande –explica -
porque mi pastel lleva queso gouda tierno, y en vez de cuajar con
huevo, lo hace con bechamel. Por eso es más suave, más agradable,
menos tóxico, y puedes comerlo frío o caliente. Lo puedes dejar
pernoctar fuera de la nevera, ocho o diez horas y no le pasa nada,
porque no tiene ingredientes que lo dañen”.
Agrega que “el ingrediente más importante del pastel,
imprescindible, es el ají margariteño. Sin él no tendría ese toque
mágico. Y el plátano tiene que estar madurito. Así se evidencian el
yin y el yang de los sabores, opuestos y en perfecto equilibrio”.
A Rubén le gusta que la receta se difunda por todas partes, y no le
incomoda que se hagan versiones, aunque algunas le parezcan
verdaderos atentados a la sensatez. Le visitan estudiantes de
cocina, periodistas y comensales atraídos que quieren conocerlo.
Por: Máximo Rondón A.
Fuente: EdgarQuintero/Buscando
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